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034. RELATOS INVISIBLES ❸ EL DESAPARECIDO SALÓN DE BILLAR

jueves, 18 de octubre de 2012

 

Buscando material para próximas publicaciones me he topado con un artículo en el que se cuenta el cierre definitivo de otra sala de billar, esta vez en Valladolid:
 
Vallisoletum
https://vallisoletvm.blogspot.com/
 
 
 
LAS ÚLTIMAS CARAMBOLAS
 (Por C. Monje)
 

 

Este antiquísimo local situado frente a la Catedral fue el clásico escenario de las mejores partidas del billar vallisoletano.

Luis llevaba 62 años en el local de la calle Cascajares, desde que tenía 20. El salón comenzó su andadura en 1919, siendo regentado por Salvador Díez y siguió como negocio familiar hasta nuestros días. Originalmente denominado "Billares Salvador", cambió su nombre por el de "Billares La Catedral".

Desde una de las paredes del Salón de Billares de la Catedral, en Valladolid, las fotografías resumen la historia de este local mítico que por desgracia ha cerrado sus puertas a principios de año. En la primera que vemos un poco más abajo y que es de 1933 vemos al propietario, Salvador Díez Quintanilla, vestido con el guardapolvo que siempre llevaba mientras observa una partida. En otra, de 1983, reproduce una escena calcada, con idéntica perspectiva, pero presidida por su hijo Luis, que repite la misma indumentaria y en otra, tomada en las fiestas de San Mateo de 1992, el protagonista es de la tercera generación de la misma familia. Ya no mira el juego de los clientes, es Salvador Díez, con el nombre de su abuelo y durante muchos años campeón de Castilla y León, a punto de golpear la bola.

 

Las imágenes ya han desaparecido de ese lugar, igual que el propio salón. Sus propietarios, Luis Díez y su mujer, Conchi Martín, pusieron en venta sus dos mesas de billar francés y otras tres del americano.

Para ellos era  mucho más que un negocio, "con mucha pena, pero ahora no se puede vivir de ello", lamentaba. "Los clientes me  dicen que cómo lo dejo, yo les digo que por fuerza mayor".

Conchi llegó más tarde, pero se va con parecida sensación de pérdida, por esos clientes que "son como de la familia". "Esto ha bajado mucho", reconoce, y la revisión de una renta antigua ha convertido en misión imposible mantener abierto el local con una caja alimentada por los 7,20 euros de la hora de juego. "Y hay a quien le parece caro", protesta el propietario.

El salón de Cascajares mantenía el sabor añejo de su condición centenaria, vio llegar y pasar modas. En un rincón, la pizarra con el número de cada mesa, donde se apuntaba la hora de comienzo de la partida. En otros, los ábacos y marcadores de madera, la vitrina donde se guardaban los tacos de los clientes habituales... Como una reliquia restaurada una tablilla de 'la imperial', modalidad para jugar con apuestas.

Ni Luis ni Conchi son capaces de ponerle 'edad' exacta a su salón de billar, que debe de andar por el siglo. El negocio lo había montado Damián Velasco, quien en 1919 cedería el negocio a su paisano burgalés Salvador Díez para dedicarse a construir el Hotel Imperial.

Los encargados del local han visto pasar varias generaciones de clientes y de buenos jugadores, además de contribuir a crear afición, también dentro de la familia.

Salvador Díez Quintanilla ya jugaba, "pero poco", algo más practicó su hijo Luis, pero fue Salvador Díez Martín quien hizo de este deporte algo más que el sustento familiar. Lo vio y lo jugó desde niño. "Le enseñé yo, pero él se perfeccionó, en pocos años me superó a mí con creces, era mucho mejor que yo", dice su padre. "Además de verlo desde pequeño, le ha gustado y ha tenido un don para las carambolas. Dos veces hizo la mayor tacada en el campeonato nacional 'Príncipe de Asturias'", presume su madre.

A mediados de los años 90 se hizo cargo del local su hijo Luís, hasta su jubilación, siendo su mujer Conchi quien lo regentó hasta su cierre en el mes de febrero de 2011.

En esencia el local no cambió apenas desde su apertura, con cinco mesas, un pequeño mostrador para bebidas, y una pizarra donde controlar el tiempo de las partidas. Eso sí, tuvo que adaptarse aunque a regañadientes a las nuevas modas ya que originalmente tan solo ofrecía billar tipo carambola, teniendo que incorporar en los últimos años el billar americano dada su demanda.

El local abría todo el año, incluso domingos y festivos, como hizo su padre en los buenos tiempos, cuando había que esperar turno para ocupar alguna de las mesas porque siempre, mañana y tarde, estaban ocupadas.

Su privilegiada situación era un aliciente más para visitarlo, ya que a su alrededor se pueden encontrar las mejores tapas y los locales más animados de la ciudad.

El salón de la calle Cascajares mantenía el sabor añejo de su condición centenaria, vio llegar y pasar modas, pero hay cosas que casi no han cambiado.

También tuvo que adaptarse a los nuevos tiempos. Aunque a regañadientes, Luis Díez dejó que el billar americano entrase en el establecimiento.


Y puede que la saga no acabe ahí, porque, según decía Conchi, uno de sus nietos (sobrino del campeón de Castilla y León) también apunta maneras. Pero el representante de la cuarta generación ya tendrá que aprender en otro sitio, aunque salas como la que ha mantenido su familia durante casi un siglo no va a encontrar en la ciudad.

A la pena de cerrar se sumó para los propietarios la de dejar un poco 'huérfanos' a sus habituales. "Se van a quedar sin jugar, sólo podrían seguir en la Federación, pero para eso tendrían que federarse, y en algún sitio de jubilados, pero los demás no podrán jugar", explicaba Conchi.

Sus cinco mesas de billar francés terminaron por ceder tres plazas a los americanos de troneras hace algo más de 15 años. Su mujer cree que les hubiese ido mejor si hubiesen hecho antes esa concesión, pero nunca se plantearon rendirse del todo a esa moda, mucho más practicada por los jóvenes.
Los clientes de siempre, los más fieles y habituales son los del billar a tres bandas, decía tanto Luis como su mujer. Algunos no se ha resignaron y adquirieron las dos mesas francesas, para que el salón de Cascajares no muera del todo.

 

 

 

 

 

 

 -Fuente: http://www.elmundo.es/elmundo/2011/01/07/castillayleon/1294395021.html

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