CUADERNO DE VIAJE
Mi nombre es José Antonio y soy de la generación del 60. Nací en un pueblo de Toledo, pero cuando tenía solamente cuatro años mi familia se trasladó a Madrid por lo que puede decirse que soy toledano de nacimiento y madrileño de adopción ya que me crié en sus calles. Vallecas fue el barrio que me acogió y hoy, después de tantos años aún ocupa un rinconcito muy importante en mi corazón.
Soy una persona que se entrega a todo aquello que se propone, siempre que el tiempo lo permita. Melómano en general -no desprecio ningún genero-, soy un gran seguidor de la música de la movida madrileña -que me pilló de lleno- pero si tengo que elegir me quedo con la música de los años 80 -porque al fin y al cabo fue la que mamé durante mi juventud-.
Deportista, cocinilla, aficionado al baile y gran lector de todo lo que caiga en mis manos.
Aparte de desarrollar y escribir en este Blog, soy escritor aficionado habiendo publicado hasta la fecha dos libros: Al pie de la Sierra el Santo (2022) y Mi primer verano (2023).
Inquieto y soñador. Echo de menos, la paciencia -lo siento no tengo de eso-. ¡Las cosas las quiero para ayer! Y aunque resulte contradictorio soy muy meticuloso y en todo lo que me propongo o me embarco, quiero que resulte perfecto, aunque para ello tenga que invertir el doble de tiempo que cualquier otra persona.
Adoro a mis hijos y a mis padres y considero a mis amigos una parte más de mi familia.
Después de esta breve presentación me centraré en el contenido de esta entrada -la primera de este Blog-, en este recorrido que empezó hace ya algunos años, aunque a mí me parezca que fue ayer mismo.
1972
En esa época las salas de billar abundaban en Madrid, ¡en el barrio, que yo recuerde, al menos había cuatro salas, salas con 5 ó 6 mesas de carambola, y empezamos a frecuentarlas. Como para nosotros tener taco propio era un lujo que no nos podíamos permitir, nos tuvimos que conformar con los tacos que proporcionaban las salas, pero que poco a poco se fueron convirtiendo en nuestra herramienta habitual.
Jugadores veteranos y experimentados, que nos miraban como a bichos raros, y a los que estoy muy agradecido por todo lo que nos enseñaron. Y así fuimos aprendiendo, poco a poco, a fuerza de perder partidas. Hasta que conseguimos adquirir un nivel decente.
Algunos meses después en una de las salas vimos unos carteles en la pared y decidimos acudir a una convocatoria de la Federación Madrileña para jóvenes promesas, resultando elegidos un chaval de mi grupo de amigos y yo mismo, tiempo después debutamos en competición oficial, formando parte de la Selección Madrileña Junior en un Campeonato de España.
Pero, cuatro años después de empezar a jugar al billar y por varias circunstancias que no vienen al caso comentar, aparté el taco y las bolas de mi vida.