Quedaba poco para el verano y yo continuaba atrapado en el mismo trabajo -doce años en el taxi son demasiados años-.
Todo ocurrió rápida e inesperadamente, la propuesta que me hicieron me atrajo muchísimo. Mi mujer, recelosa puso algún "pero", aunque a mí harto como estaba de mi trabajo cualquier cosa me hubiese venido bien y mucho más esta. Trabajar en el mundo del billar podría ser genial, además la propuesta venía de unos amigos. Esto unido al constante regalo para nuestros oídos con la frase "nos vamos a forrar", acabo de darnos el empujón definitivo.
Y por el “módico” precio de 60.000 euros nos lanzamos a la vida empresarial, sin apenas pensarlo, en apenas diez días todo quedó atado y éramos socios-propietarios del 40% de Billarnet Café, un Club de billar en Madrid. Una de las condiciones en la compra era que yo trabajaría en el local.